lunes, 30 de septiembre de 2013

Taberna Los Gallos, con estilo.

Es curioso el tema de las tendencias y cómo puede llegar a funcionar de bien un restaurante gracias a las mismas. Pero sólo eso no hace que funcione siempre. Ahora, viendo llover, ya parece que no apetece tanto, pero una de las terrazas más de moda de este verano ha podido ser la de la “Taberna Los Gallos”, en la calle, o callejón, de Puigcerdá. Zona de mucho pijismo. De hecho costó reservar, pero Laura es un hacha con esas gestiones y conseguimos una mesa buena en la terracita. Hacia buen tiempo, no como ahora, y apetecía.
Según llegas te ponen de aperitivo unos panecillos tostados con tomate y albahaca para mojar. Muy rico y refrescante, como correspondía a la noche veraniega. Laura ya había estado, asi que me dejé guiar.


Empezamos con la ensaladilla rusa. Correcta de sabor, con los ingredientes picados muy finos. Quizás me gusta un poco más que se note más “el trozo” de lo que comes, la patata, la zanahoria…Pero estaba rica.


Seguimos con los chanquetes con huevos. No me dio tiempo a hacer la foto antes de que los rompieran. Una buena combinación, con los chanquetes crujientes y el huevo frito, es difícil que no esté bueno.


Laura también había probado el arroz meloso con conejo y pollo y lo pedimos también, ya que le encantó. Decepciono bastante. Bien de punto pero muy flojo de sabor.


Acabamos en alto gracias al pulpo a la brasa. Riquísimo!!! Creo que es la manera más rica de comer el pulpo, incluso por encima de a feira. Y estaba muy bien hecho.


El servicio muy bien, muy atentos y agradables. Al pedir la cuenta, típica pregunta de “qué tal todo”. Le comentamos que en general muy bien pero que el arroz había decepcionado.
Al llegar la cuenta, sorpresa: al arroz estábamos invitados. Al final un sitio se pone de moda y funciona o no, pero hay detalles que hacen que sea algo más que un capricho pasajero. Muy pocas veces he visto ese detalle y es de agradecer. Un sitio que llena todas las noches podría relajarse, pero no. Bien por ellos. La cuenta, si no recuerdo mal, sobre los 20 por persona, aunque con el descuento incluido, claro.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Oam Tong o el desafio picante

Llevaba ya tiempo con ganas de ir a este sitio. La culpa la tiene el programa de “Crónicas Carnívoras” (Man vs Food en el original)
En ese programa, un tal Adam va recorriendo EEUU buscando desafíos gastronómicos en plan comerse una hamburguesa de tres kilos o un batido de 4 litros. Otros desafíos, mas que por la cantidad, son por la dureza. Ahí entran los de cosas picantes. La cosa es que en "Oam Thong" (c/ Corazón de María, 7, Madrid), aparte de los currys que me encantan, había un desafío: el entrecot al infierno, supuestamente el plato más picante de Madrid. En su web comentan que poca gente ha podido acabárselo. Y claro, uno que se pica (nunca mejor dicho) pues le tenia ganas.
Fuimos allí con el descuento de Eltenedor (si vais a ir, tienen un 50% de descuento en carta si reserváis con esa página!!!!). Asi que, además de disfrutar de la experiencia, la cosa salió muy bien de precio, a menos de 20€ por persona.
Nos pedimos una bandeja de entrantes variados, que incluía satay de pollo, que no estaba mal, un rollito de primavera, prescindible, costillas thai, sabrosas y tiernas, rollito fresco, razonable y pollo envuelto en hojas de Pandan, que lo dejan muy tierno.


De segundos, para compartir así en general cogimos un par de currys de picante bajo y medio respectivamente, uno de pollo y curry verde y otro de … pues no me acuerdo. Ambos muy correctos, acompañados de arroz.Cada uno con su puntito de sabor diferente.


También cayeron unos tallarines pad thai con lima y cacahuete, a los que se les podía añadir un poco de pimienta cayena para darles calorcito.


Y claro, nos pedimos el infierno de ternera. Lo cierto es que ya al olerlo daba esa sensación en la nariz de que eso iba a estar realmente picante. Una salsa aceitosa, roja, con trozos de pimientos picantes variados. No me lo pensé mucho, aunque sí que me aseguré de que me quedaba al menos media cerveza, por si acaso. Pinche un trozo y para adentro. Curiosamente, lo primero que notas es que la carne está bien hecha, tiernecita y con incluso un pequeño regusto a ahumado, como hecha al carbón. Esa sensación no dura ni un segundo. La boca te empieza a arder. Mueves el bocado de lado a lado de la boca intentando que no te queme ninguna zona, pero es peor, la cosa se extiende. Casi inmediatamente empiezas a sudar y los labios, si se te ha ocurrido tocar el trozo con ellos o relamerte, casi se te duermen. Yo acabe tragándomelo casi sin masticar. Los siguientes cinco minutos fueron algo agónicos, me fundí la cerveza que me quedaba, algo de agua y maldije por no haber pedido pan. Lógicamente esto lo hice tras haber probado todo lo anterior, ya que a partir de ese momento todo parecía que picaba. Yo creo que hasta los postres creía que tenían guindilla. Pasados unos cuantos minutos, posiblemente unos diez, me anime con un segundo “chute”. El choque ya era menor más que nada porque no había efecto sorpresa y pude saborearlo un poco más. Pero vamos, que en la mesa de cuatro, dos parejas, las chicas ya tenían claro que ni se acercaban al plato. Mi cuñado sí que lo probó con efectos similares, destructores. Un tercer trocito cayó por aquello de no dejar tanto, pero hasta ahí llegó la cosa. Era un poco sufrir por sufrir. Ya lo había probado y la verdad es que en cuanto a sabor al final no te das cuenta de nada.


Agradecí los postres, un flan de queso con helado de mango muy digno y un clásico coulant de chocolate que no aportaba novedad ninguna, estando rico.


Me gusto el sitio, que se llenó, y creo que volveré a probar otros currys, ya que tienen una gran variedad. Lo del entrecote al infierno no creo que lo repita…:)